Hace aproximadamente un año, decidí que era momento de sacar uno de nuestros discos, finalmente y por primera vez, en mi formato de audio favorito: El vinyl. Pero, ¿por qué?
Siempre lo he deseado. Siempre ha sido un sueño. Fue un sueño lanzar el primer disco en CD, en 2006. Fue un sueño tener nuestro segundo disco disponible para todo el mundo a través de streaming en 2013. Pero el sueño a cumplir para la re-edición, celebrando su décimo aniversario, de ése primer álbum, era lanzarlo en vinyl.
Es caro. Es inconveniente. Es voluminoso. No todos tienen tornamesa. De hecho, de mi corta lista de amigos y familiares, sólo puedo contar 5 tornamesas, 2 de ellas son mías y apenas hace 1 semana, Dan finalmente mordío el anzuelo e instalé su primera torna.
Todo muy cierto. Pero hay una cosa que no consideran. Claro que el formato tiene limitantes, y de hecho, hay más restricciones que para el formato digital. Es conocimiento común que tienen “mejor calidad de sonido“, pero déjame decirte que eso no es necesariamente cierto. Dentro de las limitantes del acetato, está el hecho de que falla en reproducir tanto frecuencias bajas como altas, al grado al que me ví obligado a masterizar todo el album de nueva cuenta, tomando a consideración ésas limitantes.
Algo que no puedo dejar sin enfatizar es que el vinyl te exige atención. Te exige atención total, te exige apreciar la música que estás a punto de escuchar, y dado a que es un formato físico, cuyo funcionamiento depende del contacto físico, y que su desgaste es tanto un feature como un bug de manera simultánea, podemos considerar que lo que escuches una vez, jamás lo volverás a escuchar. La siguiente vez que reproduzcas ése disco, sonará diferente. Tal vez no lo notes, pero jamás se escuchará igual 2 veces. Como obervar el agua en un río o una cascada, o como perderse en los movimientos aparentemente aleatorios del fuego. Jamás será igual, y de la misma forma, ver un disco girar, a míseras 33.3 revoluciones es completamente hipnótico.
Un formato como el vinyl, cieramente salva a la música, resguardada en el medio, del olvido.
En un mundo en dónde tenemos millones de canciones a nuestro alcance, a veces incluso sin tener que pagar por ellas, con la posibilidad de escuchar música en todo momento, a toda hora, en cualquier lugar; sacrificando la fidelidad de la música misma, sacrificando el rango dinámico, sacificando nuestra atención hacia ella. Castigando el alma de dicha música, privándole todo respiro; un formato como el vinyl, que excige que todo sacrificio venga de nosotros y no sacrificar el contenido del medio mismo, un formato que no toma atajos y que no perdona. Un formato que nos hipnotiza y nos permite sentir de nuevo, ciertamente salvando, resguardada en el medio, a la música misma de la sencillez, la facilidad y el olvido que tenerlo todo a nuestro fácil alcance ultimadamente trae.